¿Cuántas veces nos ha ocurrido el hecho de vivir una experiencia negativa y estresante que a priori no pensamos superar? ¿Y qué ha ocurrido al final? Si te ha pasado una situación como la que te planteo o similar y estás leyendo este artículo es que saliste bien parado de la misma. O incluso más fuerte si cabe.
Lo que ha podido suceder es un fenómeno que se ha observado en multitud de situaciones adversas, como enfermedades, guerras, sucesos traumáticos etc. Hablamos del término Resiliencia, esto es, la capacidad de una persona para superar y salir fortalecido frente a acontecimientos estresantes, condiciones de vida difíciles o traumas desestabilizadores. En el caso nuestro del ciclismo podríamos hacer referencia a múltiples situaciones, como una Quebrantahuesos con un calor insoportable, o la etapa del Gavia con la nieve y el frío…Son ejemplos muy gráficos en los cuales se escucha de manera muy regular frases como “el año que viene no vuelvo”, o “una y no más”, y que sin embargo, cuando pasa el tiempo al año siguiente vuelven a inscribirse en la prueba y además consiguen mejorar la marca.
El concepto resiliencia proviene de la ingeniería de materiales, que hace referencia al hecho de que dos cuerpos retornan a su forma inicial después de haber sido sometidos a una presión que los deforma.
¿Cómo es posible esto? Está claro que el optimismo y la esperanza son los antídotos para cualquier malestar o enfermedad. La ciencia está hallando cada vez más evidencias de la relación entre optimismo y la salud. Una actitud positiva no sólo previene la enfermedad, sino que ayuda a la recuperación y la curación. Si utilizamos la mítica imagen del vaso con agua, el optimista tiende a ver el vaso medio lleno. En nuestro caso, que es el deporte podríamos extrapolar este símil a la persona que confía en que acabará dándole la vuelta a cualquier situación inicialmente adversa. El pensamiento que tengamos en un momento crítico es fundamental. Ser optimista y positivo no significa estar constantemente con la sonrisa en los labios y riendo sin parar, sino que la diferencia entre un optimista y un pesimista reside en la manera de explicar esa situación negativa, cómo intentar adaptarse a ella y cómo responde para superarla. Ahí se esconde el secreto.
Por otra parte, las situaciones dolorosas, experiencias negativas previas y el miedo al fracaso suelen estar siempre presente en nuestras vidas, y en función de la interpretación que hagamos de ellas nos pueden afectar de forma muy especial en nuestra autoestima. Como consecuencia, podemos acabar dudando de nosotros mismos, hacernos daño y preocuparnos. El haber tenido muchas experiencias negativas hacen que se grabe en la memoria de la persona el mensaje de que “como siempre me ha ido mal me seguirá yendo mal”, de tal manera que se formará lo que los psicólogos denominamos “profecía autocumplida”: si anticipamos que va a suceder algo, en realidad estamos ayudando a que suceda. Desgraciadamente, tanto en el deporte como en la vida cotidiana esto es muy frecuente. Las profecías autorrealizadas negativas son barreras psicológicas que provocan un círculo vicioso: la expectativa de fracaso conduce a un fracaso real, lo que desciende la autoimagen e incrementa las perspectivas de fracasos futuros (Weinberg y Gould, 1996). Imaginad la siguiente situación: un cicloturista que ha corrido tres Quebrantahuesos consecutivas. El primer año la hizo bastante bien para ser la primera vez, pero en el Portalet sufrió una pájara y lo pasó realmente mal. Llega el año siguiente, y cuando se va a acercar el Portalet recuerda la última experiencia negativa que tuvo en ese puerto y teme que le pase lo mismo o algo similar. Empieza a ponerse nervioso y tenso y como consecuencia le empieza a doler el gemelo de manera atroz y le cuesta continuar. La conclusión que hace al respecto es: “Este puerto lo tengo atravesado”…Llega su tercera oportunidad y antes de llegar al puerto ya va con la idea en la cabeza de que algo malo le pasará ya que siempre le ha ido mal. Resultado final: mala actuación en el Portalet. Y a partir de ahí cada vez que vaya a subir ese puerto maldito va a ir con una predisposición negativa que lo único que conseguirá es corroborar su teoría.
Fracasar es humano, y vivir experiencias dolorosas es inevitable. Todas las personas que piensan, sienten y viven sufren alguna vez un fracaso. Nadie escapa al fracaso, ni siquiera los mejores. Pero hay que tener presente esto: El fracaso es un evento, no la persona. Está claro que a nadie le gusta sufrir, pero ese mismo sufrimiento es el que te ayudará a prepararte mejor ante futuras situaciones similares o incluso peores. Casi todas las personas que han alcanzado el éxito tanto en el deporte como en la vida no sólo han experimentado un fracaso, sino que lo han experimentado en repetidas ocasiones. No importa cuántas veces hayas fallado en una carrera o en un hecho concreto de tu vida, lo más importante es tener el coraje de levantarse una vez te has caído. Has podido tener multitud de experiencias desagradables en tu vida deportiva, te has podido caer en la carrera de tu vida, ir primero en el pelotón, pinchar una rueda y perder tu grupo y el tiempo deseado. Pero si eres capaz de sacar algo positivo de una derrota o fracaso personal, te darás cuenta de que éstas tienen incluso algo positivo. Te sirven para que descubras tus puntos fuertes que es posible que desconocías, o que aprendas a ser tenaz cuando aparecen obstáculos en tu camino, para conocerte mejor…“Tu tarea consiste en hacer el viaje desde la derrota que acabas de sufrir a tu próxima victoria lo más rápida, suave y cómodamente que puedas” (Colgrove, Broomfield y McWilliams,1993).
Se ha demostrado que una actitud optimista incide positivamente en la evolución de algunas enfermedades, como el cáncer de mama o el sida. Por lo tanto, ¿cuál es el secreto? ¿Por qué el optimismo tiene efectos beneficiosos para la salud? Una posible explicación podría ser que el optimismo se relaciona con una mayor actividad física, una menor tendencia a fumar, y en el caso de padecer alguna enfermedad, la persona positiva probablemente mantendrá unos hábitos que contribuirán al proceso de recuperación, como cumplir mejor el tratamiento prescrito y atender a recomendaciones dietéticas, al contrario de lo que sucede con las personas pesimistas.
Al comienzo del artículo mencionaba la resiliencia, y aunque muchas personas piensen que uno nace con esta característica de salir fortalecido de las situaciones dolorosas y criticas, es un gran error. Se puede aprender y educar desde la resiliencia para hacer de cada uno de nosotros personas más fuertes psicológicamente. Todos podemos cambiar el modo en que interpretamos un hecho traumático, una situación dolorosa o una mala actuación deportiva. Todo depende del color del filtro con el que miramos la realidad. Nunca es tarde para cambiar nuestro modo de ver los acontecimientos que nos rodean. Existen multitud de técnicas de modificación del pensamiento, cambio de pensamientos negativos a positivos, el autodiálogo interno positivo, etc. Es cierto que muchas personas nacen con esta predisposición a ver siempre el lado positivo de una situación adversa, pero la gran mayoría “se hace”. Nacemos con una herencia genética innata que nos predispone a unos rasgos determinados, pero estamos hablando de un 5% aproximadamente de las características de comportan el ser humano. El 95% restante nos lo ha dado la vida, la educación y el entorno en que vivimos. Es decir, que lo hemos aprendido. Y al igual que aprendemos cosas podemos desaprenderlas e incorporar conocimiento y modos de actuar nuevos, sólo tenemos que desearlo y comprometernos.
La vida es un proceso constante de cambio y adaptación, llena de obstáculos bien que nos vienen de fuera, bien autoimpuestos. Cuanto mejor seas capaz de afrontar este proceso, más feliz y más sano te sentirás. Si eres capaz de ver los fracasos y desavenencias como retos a superar, como oportunidades que ponen a prueba tu fuerza interior, conseguirás que estas experiencias negativas se conviertan en ventajas. Como dice el dicho: “lo que no mata te hace más fuerte”.
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